Cierto día estaba yo sirviéndome agua cuando se despide un billetudo cliente diciéndome que mandaría a su hijo a recoger un cheque ya que él tenía prisa y tenía que irse a una junta. Yo no le dí importancia y seguí trabajando. A los minutos escucho que alguien ha entrado a la oficina y acudo a ver quién ha llegado, y que lo voy viendo, que llega el condenado hijito como caído del cielo en un día careciente de testosterona. ¡Poñoñoñoiiiiiing!
-Vengo a recoger un cheque-
-Déjame le llamo por teléfono a la administradora, pues salió a hacer unos mandados para ver si ya lo tiene listo o si lo dejó por aquí- le respondí mientras lo tijereaba de pies a cabeza y concluía que a pesar de que estaba forrado en dinero y guapura no hablaba pedante y/o mamón como muchos en ese estado suelen hacerlo. Un punto más a su favor-
Ahora era el momento de la verdad, de llamarle o no, de fingir que no sabíamos como llegó ese teléfono aquí, de hacerse la “pues si quieres ven” y esperar a que él acudiera. Tan sólo se necesitaba hacer una llamada con un costo de $4 pesos+iva el minuto y saber el desenlace de esta inconclusa y poco fructífera historia de amor.
Ely tomó el teléfono, oprimió las teclas y su rostro comenzó a transformarse de sonriente y alegre a perturbada y desconcertada. La llamada no duró mucho tiempo, Ely apenas dijo un par de palabras cuando volvió a poner el teléfono sobre la mesa y sólo dijo “creo que era su mamá”. En ese momento, caímos en cuenta, el número que estaba en el papelito no era el del hijo guaperrimo sino del chingado suegro fumarola. Lo jodido de todo esto es que la condenada llamada salió de mi teléfono y temo que la esposa intente averiguar que jovencita le llama a su marido en viernes por la noche para invitarlo a tomarse unos tragos con ella. ¡Carajo!
Diana






jajajajjaajaaaaaa
Chale jajajaja.. inches confusiones.. jajaaja