Entonces nos vemos el jueves - Le dije a Marysol y me despedí de ella con un beso en la mejilla. Eran las 4:25pm y a pesar de que estaba muy nublado, el calor de Hermosillo hacía que me apresurara para llegar al auto. Caminé aprisa pero por más que intenté no ser víctima de los
Puedo intentar salir con el poco espacio que tengo enfrente y posiblemente hacerles algunos rayones mientras hago las maniobras necesarias -pensé- puede que sólo necesite de dos reversas y con eso salga -calculaba- y mientras decidía qué hacer y evaluaba mis pocas posibilidades; me percaté de que el carro que está delante mío es una chatarra, el mío no es la gran cosa pero... un momento, me asomo bien y... ¡Oh Dios mío! el carro que está detrás de mí es un BMW blanco, ¡precioso! e impecable, ni un sólo rayón, ni un sólo indicio de mugre o algo similar.¿Cómo le voy a dar en la madre a este auto tan hermoso? ¡No tengo el corazón para hacerlo! ¡No puedo! ¡No puedo! Y mi tonto amor y gusto por los autos se apodera de mí y hace que comience a buscar al dueño del auto. ¡Sí! Casa por casa, puerta por puerta hasta hallar a la persona. Pasaron alrededor de 35 minutos hasta que dí con el dueño. Era un señor de unos 50 años que se encontraba recibiendo su terapia reafirmante del espíritu guaralá guchuflé ñe, ñe extraña o algo así le entendí. Cosas de gente mayor y con dinero y mucho tiempo libre.
Salió con las llaves en mano y con un rostro relajado y tranquilo. Estábamos a punto de subirnos a nuestros autos cuando me preguntó que si porque no había intentado salir con el poco espacio que me habían dejado y le respondí que no quería que un auto tan hermoso como el de él fuera víctima de mis terribles y carecientes habilidades para estacionarme. Él se quedó callado y me dijo - Muchas gracias, si de nuevo volvemos a compartir estacionamientos te agradecería mucho que me avises cuando vayas a salir- Se subió a su auto y dio tremendo reversazo en el que dejó un amplio espacio entre su carro y el mío, creo que le dí miedo, creo que él también cuida bastante a su BMW.
Dí una vuelta y tomé la Reforma. Mientras conducía medité sobre el auto que tengo así como del porqué yo no tengo uno de esos y concluí que si lo tuviera, ya lo hubiera madreado todo y no hubiera podido vivir con eso. Así que me siento feliz y conforme con "La Goldie", el auto justo para quienes en efecto, somos un peligro latente ante el volante.