La tenía sentada en mis piernas, semi desnuda y con rostro de quién está acostumbrado a esta rutina. Para mí era algo nuevo, para ella era un cliente más.
-No haré nada que no quieras que te haga- expuso, y comenzó a moverse sensualmente.
Se retorcía sobre mí, me miraba de la manera más coquetamente barata posible, tan barata como los $150 pesos que es el costo total de esos tres minutos de placer superficial por el que todas las noches ella accede a brindar.
-Puedes tocarlas, son naturales, te lo prometo- repitió y se acercó un poco mas. Abrí las palmas de mis manos y las junté una con la otra. Era cierto, eran naturales. Era realmente extraño todo lo que sucedía, hace poco estaba comiendo un helado con un viejo amigo y un par de horas después me encontraba sentada en un pegajoso sofá negro, dentro de un pequeño cubículo color crema con una mujer que intentaba alterar mis sentidos al ritmo de “Crazy” de Aerosmith.
Ella hacía lo suyo con su cuerpo y yo lo mío con mis ojos, siempre he sido buena observadora, siempre intento ver mas allá de lo que tengo frente a mí y esta vez no fue la excepción. Mientras Ximena continuaba bailándome, comencé a charlar con ella de su vida, de sus hijas y de sus planes como futura empresaria. A diferencia de sus otros tantos clientes que acuden con ella para que los escuchen, era yo quien pagó para escucharla, para que me contara todo lo que desea en su vida, de lo mucho que aborrecía bailar todas las noches en un maldito table dance sólo para poder sostener a sus hijas y de cómo piensa sacarlas adelante. Ximena continuó y continuó hablando hasta que terminó sentándose de la manera más cómoda posible, ahora ella estaba completamente postrada en mis piernas.
La canción terminó, el show debía continuar pero Ximena seguía platicando conmigo y yo seguía atenta a todo lo que me decía. Le hicieron un llamado para que se apresurara pero ella no hizo caso, realmente la conversación era buena y ella no quería irse. Un llamado más nos interrumpió de nueva cuenta, por lo que Ximena suspiró un tanto molesta. Movió sus grandes ojos verdes hacia arriba e hizo un gesto de descontento. Me miró ya no con la mirada barata de hacía unos minutos, sino de una manera amistosa.
Ximena se veía contenta, y aun sobre mis piernas, me sonrió y me dijo “gracias”. Se levantó, me tomó de la mano y me llevó de regreso a la mesa con mis amigos. Ellos comenzaron a chiflar y hacer estruendos. Yo sonreía satisfecha de esta experiencia, ellos de picardía y morbo, y Ximena sonría distinto, de nueva cuenta ofrecía sonrisas falsas para quienes estuviesen interesados en comprar poco más de tres minutos de felicidad volátil e impalpable.
Ximena no dejó de sonreír en toda la noche, y yo también.
Diana
$150 pesos, wow vaya que su trabajo es dificil...
Me da gusto Diana que no te quedes con ganas de hacer las cosas, me gusto lo que me dijiste un día.
"Yo quiero vivir la vida, no que me la platiquen", eso es muy bueno... y eso intento hacer =)