Pasan de las tres de la mañana y me encuentro completamente abatida, no puedo dormir, ¡Tengo que dormir!, mañana tengo una sesión de fotos muy importante, necesito que mis ojos se encuentren descansados, y no con esta imagen que se encuentra impregnada en ellos.
Estoy asustada, mucho muy asustada, y ésta vez mi miedo no viene de una película de terror. Mi miedo es producto de un sentimiento, es una sensación que estaba olvidando cómo se siente y la verdad es que no tenía la menor intención en hacerla regresar, pero está de vuelta y me envuelve por completo. No sé si lo que siento está ubicado anatómicamente en el corazón, pero siento un fuego entre mi garganta y mi abdomen que duele, me quema y me hace sentir perversa.
Cierro mis ojos para intentar borrar lo que pasó. Ahora todo está negro, mis manos protegen mis ojos de estos grotescos recuerdos. Siento un intenso calor que me carcome completamente los párpados. Los abro lentamente y me siento como hace cinco años que no me sentía. Comienzan a escurrir de nuevo las lágrimas de desesperación, las lágrimas de culpa, no puedo controlarlo, el río se desborda e inunda todo mi rostro. Tengo las mejillas empapadas y mi nariz roja. Me estoy haciendo muchas preguntas. Los “hubiera” me atormentan y se conjugan en todas las posibilidades en las que él no hubiera salido lastimado, pero no lo pude evitar y no tiene caso intentar buscar otra alternativa.
Son las tres con cincuenta y estoy pensando que debo dejar de escribir. Los recuerdos vuelven a mi mente, pero ya no importa si cierro los ojos o no, el recuerdo está impregnado en ellos y no tiene sentido si pido perdón o no, él está sufriendo ahora, y nada de lo que haga podrá cambiar esto. Él no puede dormir del dolor y yo… no puedo dormir por la culpa. Perdóname.Tú no puedes dormir por el dolor que te provoqué pero yo no puedo si quiera mantener mis ojos cerrados por la culpa. Por favor, perdóname, necesito dormir.
